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I Concurso de relatos de Zoria en Instagram
Temática: Sprunfis

 

Concurso de relatos de Zoria

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Los sprunfis, las letgas y la dragona glotona

¿Podían existir galletas más deliciosas que las que preparaba la señora Glíria? Las Letgas, tan redonditas, tan perfectas, con los trocitos de owcal negro deshaciéndose en la boca… ¡Simplemente eran exquisitas! Mi obsesión con ellas podía ser comparada a la de mis congéneres con el oro y bien lo sabia la lirona, que al finalizar la semana, me guardaba un platito lleno de letgas solamente para mí. Algunas veces incluso me las traía a la habitación mientras dormía y me despertaba con su delicioso olor impregnando toda la estancia. Pero la noche anterior me avisó de que de las dejaría en el comedor, pues debía atender a Erya y a unas visitas importantes.

Así que a la mañana siguiente me levanté como un resorte y salí corriendo de mi habitación, decidida a no hacer nada antes de deleitarme con las letgas. Llegué a las puertas del comedor al poco rato, casi sin aliento. Entre en la sala dando saltitos de alegría, pero al dar el tercer salto noté que algo no iba bien ¡no olía a mis deseadas y dulces letgas! Me dirigí rápidamente a la primera mesa que había delante de mí, pero no había nada.

Fue mirando una por una todas las mesas, hasta que llegué al mostrador y empecé a rebuscar hasta que encontré un plato lleno de migas y trocitos de owcral y en un lado de este, caída como si la hubieran apartado de malas maneras, estaba la nota que me había dejado la señora Glíria <> Casi se me paró el corazón al ver tal estampa, tal destrucción ¡tanta calamidad en un solo plato! Rugí con mucha fuerza, tanta que todos los utensilios, muebles, ventanas…. Todo el comedor tembló ante mi furia.

Mis ojos llamearon con el fuego de todos los infiernos juntos. Estaba decidida a ir de Ala en Ala, interrogando a todos los miembros de la biblioteca ¡estaba decidida a enfrentarme a los guardianes de las puertas si era necesario! Pero no tuve tiempo ni ha dar un solo paso, cuando varios platos cayeron al suelo y al mismo momento escuche varios chillidos llenos de pavor provenientes de una de las esquinas del comedor. Rápidamente fui hasta ahí y cinco sprunfis, con una letga entre sus patitas, salieron disparados del lugar emitiendo todo tipo de chillidos. Como una tonta, con la boca totalmente abierta, vi como corrían de un lado a otro, entrechocando entre si a la vez que daban mordiscos a mi desayuno.

− ¡Venid aquí ahora mismo! − chillé.

Los sprunfis se quedaron quietos delante de mí y me miraron con sus ojitos adorables. No pude evitar ablandarme, los sprunfis son tan bonitos, tan achuchables… Así que mi enfado se apagó un poco y me agaché para estar un poco más a su altura.

− Sí me dais ahora las letgas − dije a la vez que les tendía la mano − no voy a a visar a la señora Glíria de que os he visto.

Los cinco parpadearon a la vez y se miraron entre sí. Yo sonreía como una boba, casi se me había olvidado la furia que me había invadido por unos segundos. Ya creía que los sprunfis iban a darme las letgas cuando, como si fueran un mismo ser, se las zamparon delante de mis narices, relamiéndose el pico y las patas para mayor inri. Pero eso no fue lo peor; el horror vino cuando vi como sus pelajes cambiaban y de golpe volvieron a sus carreras, histéricos, buscando más letgas con las que alimentarse. Nerviosa, acabé detrás de ellos intentando detenerlos, pues empezaron a soltar sin parar de sus orejas un montón de palomitas y trozos de owcral y poco a poco el comedor empezó a parecerse más a una piscina dulce que a a lo que era realmente.

− ¡Parad por favoooooor! − les supliqué volando por todo el comedor.

Aprovechando que tenía la boca abierta, uno de los sprunfis aprovechó el momento y me lanzó varias de sus dulces palomitas. Me quedé quieta de golpe, asustada, pues sabía lo que iba a venir a continuación. La nariz empezó a picarme por dentro, el corazón se me aceleró. Estornudé y parte de las mesas fueron cubiertas de migas de letga. Los sprunfis se rieron y siguieron corriendo. Yo lloraba ¡Cómo se había ido al traste una mañana que prometía ser tan maravillosamente deliciosa!

No se cuanto tiempo pasó hasta que la señora Glíria, Erya y los invitados que tenía aquel día aparecieron escandalizados por el ruido en el comedor y arreglaron toda aquella locura. Desde entonces tengo algo muy claro; que no puedo dejar un plato de letgas sin vigilancia.

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Me encanta ^^ jajaj ya me puedo imaginar la escena con el comedor lleno de palomitas, el dragón persiguiendo a los Sprunfis estornudando migas de Letgas y la cara de la señora Glíria al ver semejante estropicio XDDD. ¡Maravilloso ^^! Mil gracias por tu relato ^^

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Los sprunfis y el viajero

Cam recuperó la consciencia bruscamente, se sentía como si acabara de atravesar un tornado. Lo primero que sintió fueron olores, nuevos y distintos. Al abrir los ojos se asustó, no estaba en un lugar conocido y no terminaba de recordar lo que había pasado aquella tarde, aparte de la fiesta, las luces brillantes y los aromas del licor. Le dolía todo, debió abrirse un portal por accidente y al caer por él, chocó o más bien atravesó un par de estanterías. Esperaba no haber dañado ningún libro de forma irreparable. Los dragones eran tan buenos en la guerra como en las fiestas.

De acuerdo, estaba en otra dimensión, podía notar cómo la magia aunque rebosante, era muy distinta tanto, que hasta le costaba respirar, a saber qué efectos podría tener en su cuerpo.
Al incorporarse, se dio cuenta de que estaba en una habitación llena de libros de cocina y pociones, podía divisar una pequeña cama y entre el mejunje de olores distinguió uno que debía pertenecer a un roedor… Eso era extraño, pero no más que lo que tenía delante de él. En realidad había muchos, le miraban fijamente, parecían patitos peludos con manitas palmeadas, con unos curiosos cuernos; eran pequeños, de aspecto variopinto, pero muy adorables. Sintió una imperiosa necesidad de achucharlos y revolcarse por el suelo y llenar su casa con ellos, e incluso se le pasó la turbia idea de secuestrarlos.

Dejando eso de lado, miró a su alrededor y vio que el suelo estaba lleno de comida, tanto dulce como salada, entre las que destacaban las palomitas, ¡por todos los dioses! Eran de todos los colores con cosas viscosas por encima. ¡Olía todo tan bien! Cuando se quiso dar cuenta estaba tirado en el suelo, comiéndose todo lo que encontraba sin ningún control. De repente, se abrió la puerta y aquellas cositas peludas empezaron a gimotear, dejando un hueco para que quien acabase de entrar pudiera verle bien. La verdad es que su situación era bastante cómica. Una sombra, un grito y un fuerte golpe en la cabeza eran el resumen perfecto del final de esa aventura. O tal vez no…

Cam se despertó en una sala con cortinas azules, mesas de madera oscura y unas lámparas con peces de fuego. Repentinamente una dulce una voz se alzó ante los susurros de una conversación.
— Hola pequeño, bienvenido a Zoria. Mi nombre es Eyra y soy la guardiana de la Gran Biblioteca. Señora Glíria por favor sírvale un poco de té, el pobre está muy pálido.

Después de dar unos sorbos, Cam se presentó y le contó a la guardiana, que por cierto era una preciosa rata blanca de grandes ojos azules, cómo había atravesado un portal y había llegado allí, a esa habitación con aquellas criaturitas tan encantadoras. Súbitamente comenzó a encontrarse muy mal, notó que sus orejas eran distintas, más grandes de lo normal. Así que, se tocó una y vio que eran como las de los conejos muy peludas como… un momento. ¡Colaaa, tenía una esponjosa cola negra! Empezó a tocarla y se dio cuenta de que sus manos, brazos y piernas, ya transformados, tenían pequeñas motas de un brillante morado. Miró a Eyra y a sus acompañantes y gritó, gritó tan fuerte que los cristales titilaron.

Le detuvo una pequeña cosita blanca, que según la explicación de Eyra, era un sprunfi; repentinamente se sintió feliz, tanto que empezó a llorar y a abrazar a aquel pequeño. Después se levantó e intentó abrazar a Rorlin, que se apartó preocupada, pero Eyra le abrazó y le reconfortó.
Una vez se hubo calmado, le explicaron que debía quedarse en el taller de la señora Glíria hasta que se le pasasen los efectos de todas las palomitas que había comido. Durante las dos semanas de encierro con esas cositas entrañables, Eyra le explicó lo que era la biblioteca y que si él estaba allí, era porque tal vez debía quedarse. Cam estaba de acuerdo con ella, podía sentirlo en sus huesos y en su sangre como un torrente desbordándose en primavera. Había visto el dibujo de la llave del Ala de la Fantasía y la quería ver marcada en su muñeca, pero recordó un lejano eco unos ojos amarillos, profundos como el oro incandescente y una promesa susurrada entre las hojas de los robles. Tenía una maldición que romper.

Por si os lo preguntabais, al ingerir aquellas palomitas, la magia de su cuerpo se amoldó a la que había en la biblioteca, por lo que dejó de ser nociva para su cuerpo. Eyra le ayudó a abrir un portal para que pudiera regresar a la fortaleza de los dragones, hubo una gran despedida y Cam volvió a su mundo con un gran recuerdo, un magnifico colgante con la forma de la Llave de la Fantasía y un sprunfi junto a él.

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Jajaja me encanta la versión De Cam ^^ jaja que susto se debió de dar con el siniestro cóctel de palomitas XDDD.
Mil gracias por los dos relatos ^^

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La gran aventura de Nio

¡Hola, me llamo Nio y soy un sprunfi! Os voy a contar una historia muy curiosa, pero primero os explicaré porqué tengo nombre y puedo hablar. En lo referente a mi nombre, viene dado por un chico con cuernos muy peculiar y extraño que conocí; en cuanto a la facultad del habla, en mi nuevo hogar aparece al comer queso con miel, lo que me permite comunicarme con los demás. Es la única comida que me produce efecto, mi apariencia no cambia y mis palomitas saben a esa delicia; si te las comes aumentarán tus ganas de comer y hablar constantemente. Ja, ja, ja.

Pero adentrémonos en la historia. Era por la mañana y estaba con los demás sprunfis en el taller de la señora Glíria, comiendo platos deliciosos cuando, de repente, en una pared se abrió un agujero de colores brillantes y una cosa grande cayó dentro de la habitación; corrimos asustados, tanto que se me cayeron todas las palomitas y recuperé mi color blanquito, aunque en realidad a todos nos pasó lo mismo, convirtiendo el taller en un nido de palomitas. Este ser gigante devoró nuestras palomitas una a una, pero entonces la señora Glíria apareció en la puerta de improvisto y gritó abalanzándose sobre él, muy enfadados la imitamos. ¡Se estaba comiendo nuestros dulces! ¿Qué habrías hecho tú ? ¡Jum!.

Una vez el ser se quedó inconsciente, llegaron la señorita Rorlin y Eyra, ¡Ay como la queremos, nos da todo lo que la pedimos! Aunque, os contaré un secreto, con nuestra apariencia y brillantes ojos tendríamos en la palma de nuestras manitas hasta la criatura más malvada del mundo. Como iba diciendo, ellas llegaron y se lo llevaron; yo conseguí seguirlas a escondidas, debido a que tenía mucha curiosidad por saber qué clase de criatura era y qué habría comido en su mundo para tener ese aspecto.

Cuando llegamos al comedor le pusieron en el sofá, y al despertarse nuestra Eyra le explicó que estaba en la biblioteca de Zoria; él se presentó como Cam y dijo que era un hada y que venía de otro mundo o dimensión. Si, dijo dimensión. Estaba preocupado por cómo volver a su casa. Eyra le aseguró que le ayudaría a abrir una puerta, o algo así, al parecer él también sabía hacer magia. Después de que las palomitas surtieron efecto y su cuerpo cambió, se asustó tanto que gimoteó en voz alta, entonces corrí a abrazarle para que se calmara. ¿Sabéis que es lo mejor? ¡Que funcionó! Le explicaron lo que le estaba pasando y que no se iba a morir, pero lo mejor era tenerle bien vigilado, por si los efectos de las palomitas se volvían peligrosos.

Las dos semanas siguientes vivió con nosotros en el taller y aprendió muchas cosas sobre la biblioteca y su magia. Durante ese tiempo no me separé de él por si le pasaba algo, por lo que le terminé cogiendo mucho cariño. Al principio pensé que se quedaría para siempre, incluso visitamos a Nurgër, un gato muy bonito al que nunca me habría acercado estando solo, cuyo cometido es proteger la entrada del Ala de la Fantasía. Sin embargo, Cam tenía un deber que cumplir. Debía ser algo muy importante, aunque no tengo muy claro que es, de otra manera no creo que hubiera abandonado mi mundo. Por suerte dejaron que me marchara con Cam. ¡Así que todos felices! ¡Además comimos mucho queso con miel! Ja, ja, ja. Y así fue como descubrimos que podía hablar. ¡Menudo susto me di! Y eso es todo, ahora viajo con él. Mmm creo que ya es hora de comer…
— ¡Cam tengo hambreee! —Dije al compás del sonido atronador de mi barriga.

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Jajajaja así que el queso con miel otorga la facultad de hablar a estos granujillas devora platos, eh?!! Se lo reportaré a la señora Glíria (aunque dudo sobremanera que le apetezca tener el taller plagado de Sprunfis parlantes jajaja).
Mil gracias por el relato ^^

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