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Las normas de la Biblioteca

Primera parte

Día 2 en la biblioteca, año 1345 del periodo Nurgën

 

En silencio, atravesamos los interminables pasillos y llegamos al hermoso estudio donde Eyra escribĂ­a sus cuentos.

      La primera vez que estuve allí, apenas pude percatarme de todo su esplendor, pero, al volver a pisar aquel lugar, sentí el inmenso poder que emanaba la sala. No estaba segura de si procedía de los libros, de Eyra o de la propia biblioteca. No obstante, su magia me erizaba la piel.

      Abstraída por los innumerables tomos que me rodeaban, me quedé atrás sin darme cuenta, pero, en cuanto Eyra abrió uno de los cajones de su escritorio, aceleré el paso y me detuve frente a ella.

      —Lo siento —me disculpé algo avergonzada—. Es que hay algo en esta sala que… —pero, en cuanto la vi sacar una extraña esfera negra de metal cubierta de grabados dorados, mi voz se fue desvaneciendo hasta desaparecer por completo.

      —Así es, en esta sala hay reunido mucho poder —murmuró mientras acariciaba ligeramente uno de los adornos de la esfera—. Este es el corazón de la biblioteca. Aquí es donde han sido escritos todos y cada uno de los cuentos de Zoria, mi refugio —me explicó con cariño alzando la vista hacia la enorme bóveda que había sobre nuestras cabezas y dejaba pasar los cálidos rayos del sol—. Tal vez os sintáis extraña debido a ello, pero no os preocupéis, no tenéis nada que temer —me aseguró de inmediato al ver cómo se me había tensado el cuello al escucharla.

      —Entiendo… —dije algo más tranquila—. ¿Y de dónde procede toda esa magia? ¿De los cuentos? —pregunté, inquieta por descubrir alguno de los cientos de secretos que parecían envolver aquel misterioso lugar.

      Emocionada, Eyra sonrió. Me miró como si mi curiosidad la hubiese satisfecho de alguna manera y colocó los dedos sobre dos símbolos iguales y opuestos que tenía la esfera.

      —Me temo, mi querida Rorlin, que no me concierne a mí contestar esa pregunta. Como a los demás miembros de la biblioteca, os corresponde a vos desvelar ese misterio durante vuestra estancia aquí —indicó con emoción mientras presionaba con sutileza las florituras de oro—. Y, creedme, ese es solo uno de los muchos que albergan estos viejos muros… —añadió con intriga alzando ligeramente una de sus cejas.

      Estaba tan consternada porque supiera mi nombre sin que se lo hubiese dicho aún y por la ardua tarea que me aguardaba de ahora en adelante, que se me desencajó la mandíbula.

      Disfrutando de la cara tan extraña que, sin duda, debía estar poniendo, Eyra murmuró algo que no pude entender y los símbolos de la esfera se iluminaron. En ese momento, empezó a mover frenéticamente sus dedos de un grabado a otro dejando tras de si un rastro de polvo dorado y, en un abrir y cerrar de ojos, la esfera se agrietó por el centro.

      De repente, Eyra clavó sus ojos sobre mí y apartó las patas del artefacto. Como si estuviera bajo el influjo de alguna clase de hechizo, la esfera quedó flotando entre ambas. Antes de que pudiera siquiera parpadear, Eyra chasqueó los dedos y la bola se abrió por la mitad. Entonces, emergieron de su interior una especie de estelas doradas que empezaron a sobrevolar la estancia de un lado a otro hasta colocarse sobre nosotras como si de estrellas se trataran.

      —Estas son las normas de la biblioteca de Zoria —me explicó señalando el brillante cielo que se había formado ante nosotras.

      —¿Normas? Pero son estrellas… —farfullé incapaz de comprender qué tenían que ver aquellos luminosos astros con las reglas.

      Volviendo a dibujar esa traviesa sonrisa que solía poner cuando yo no entendía algo, Eyra extendió el brazo hacia la cúpula y, de un rápido movimiento con su pata, las estrellas estallaron, convirtiéndose en frases.

      Conmovida por aquel inesperado espectáculo y feliz de poder conocer al fin las normas que regirían de ahora en adelante mi vida, empecé a recitarlas en voz alta sin darme cuenta.

 

«Todo aquel que desee convertirse en un miembro de la biblioteca, deberá superar la prueba de iniciación con éxito. De lo contrario, abandonará el reino para no volver jamás».

«Está terminantemente prohibida la violencia entre estos muros. Quien quebrante esta norma, será desterrado para siempre de este mundo».

«Está prohibido adentrarse en un ala ajena sin permiso de alguno de sus miembros».

«Está prohibido entrar sin permiso en un libro ajeno. Para evitar posibles intrusiones, cada miembro deberá sellar su cuarto con ayuda de la guardiana».

«Para subir de rango en la biblioteca, se habrá de superar con mérito las pruebas dictadas por la guardiana».

«Está estrictamente prohibido adentrarse en la cámara de Mirgdan y, más aún, tratar de abrir o leer sus libros. Quien ose hacerlo, será sentenciado a la Dründa».

«Todos los cuentos deberán volver a sellarse una vez que el lector termine de leerlos. Quien no respete esta norma, será castigado con el Libro del olvido».

«Está prohibido utilizar personajes u objetos para cualquier fin y, aun menos, contra otros miembros de la biblioteca. El castigo por tal ultraje es la Reversia».

«Está tajantemente prohibido dejar en libertad o vagando por la biblioteca a los personajes y objetos mágicos de los cuentos. De no poder evitarse esta situación, el lector deberá avisar de inmediato a la guardiana. Quien incumpla cualquiera de estas dos normas, sufrirá el destino de los condenados».

«Está radicalmente prohibido permitir que un personaje se vincule a un miembro de la biblioteca. Los lectores deberán poner todo de su parte para que dicha situación jamás se propicie. Pero, en el caso de suceder, se habrá de informar inmediatamente a la guardiana. Quien no lo haga o consienta un vínculo tan peligroso, tendrá que enfrentarse al Juicio de los justos».

floritura

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